viernes, 27 de noviembre de 2009

¿Quién es Tavi?

El mundo de las tendencias siempre ha estado liderado por periodistas mordaces y fashion victims aventajadas, capaces de adelantarse a la moda y a la realidad con la que se concibe.
Mientras el reinado de Anna Wintour parece estar llegando a su fin, una nueva era de pequeños dioses, vanidosos y egocentristas, de las nuevas tecnologías se acoplan a las puertas del maravilloso mundo de la moda para quedarse.
De sobra es conocida la conspiración que tales personajes planean para acceder a ese mundo de glamour y éxito. Conspiración de la que los grandes diseñadores se han percatado y, por ello, no es de extrañar ver a estas nuevas caza tendencias en el front row de los mejores desfiles. La sorpresa llega de la mano de la pequeña Tavi.
Tavi Gevinson es una adolescente que decidió contar su vida y milagros desde la bella y hermosa perspectiva de la moda en su blog
style rookie. Tavi combina estilos vintage con pequeños sombreros estrafalarios, ropa sobretallada acompañada de complementos que dan una nota de color sobre una indumentaria en muchas ocasiones desafortunada e incoherente para una niña de su edad. La figura de Tavi Gevinson, junto con sus estilismos, es la de una preadolescente que bien parecería sufrir un trastorno grave de la personalidad.
Cuando observo a la pequeña Tavi, en conjunto, no puedo evitar recordar a Isabelle Fuhrmann, la protagonista de la huérfana y aquella historia de ficción. Cuesta creer que una niña con tan sólo trece años disfrute de Iggy Pop y tenga tantísima influencia sobre la moda. ¿Nos encontramos ante una nueva estrategia publicitaria? ¿Quién es realmente Tavi Gevinson? Numerosas portadas, entrevistas, desfiles… se ha convertido en un personaje más de la alta sociedad, pero… ¿Por qué?

martes, 17 de noviembre de 2009

Lo delicado de mis zapatos

Ayer tras mi pseudo jornada laboral diaria, llamémosle trabajo, decidí apagar la gula que me produce con un maravilloso helado del gigante yanquee rojo y amarillo. Degusté de esa basta ingesta de calorías junto a mi nueva personilla Ana y tras una hora despotricando a la totalidad de los hombres que plagan la ciudad nos despedimos hasta otro día.
Me volví a casa caminando, como suelo hacer, como hago siempre y atravesé, campo a través, esas calles que se asimilaban a las de cualquier ciudad en plena guerra de antaño. No eran zanjas para las tuberías sino trincheras repletas de armamento y las excavadoras emulaban a los tanques de la II Guerra Mundial. Corrí a través de aquellos terrenos fanganosos cuando el ruido de lo que podría ser una metralleta me despistó y… ¡Mierda! Allí estaba yo con aquel maravilloso tesoro que eran mis botas de ante llenas de cemento. Maldije la obra, maldije al alcalde, maldije a los 300 euros que me gaste hace un año en esas botas y me enfurrusqué en mi misma.
Ya son casi nueve meses de obra, parece que daremos a luz a una nueva y hermosa ciudad, pero lejos de ellos nos encontramos calle arriba calle abajo con el suelo levantado y mis zapatos no resisten el trasiego de la grava y tras varias torceduras de tobillo y muertes de mis zapataos más preciados rescato del fondo del armario aquellas maravillosas bailarinas de 11,95 euros que son el musn’t have de cualquier celebritie. Ya no me tuerzo el tobillo, por lo que la hinchazón crónica de mi pie derecho ha disminuido considerablemente, sin embargo las tercermundistas suelas de mis bailarinas se dejan atravesar por cualquier objeto punzante y molesto que haya en el suelo.
Por si fuera poco el polvo me amenaza a cada paso y cuando no lo resisto más estornudo con cuidado de no caer en una zanja. Un día se rompe la tubería y una mini Venecia es la estampa romántica de la hecatombe urbanística. Nos mantenemos expectantes ante el avance de las obras, sin saber muy bien en que derivará, un día ponen adoquines y otro los quitan, allí donde había una jardinera ahora hay un banco y yo casi ni reconozco mi propia calle.
A veces creo que están construyendo un minimundo suburbano que nos librará del apocalipsis del 2012. Ya no es por el pequeño comercio al que esta obra destruye de manera vertiginosa, ni siquiera por la cantidad de caídas que se producen al día, Señor Alcalde… ¿Es que Usted no se da cuenta de lo delicado de mis zapatos?

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Princesa de un cuento y dueña de un castillo

Rio a menudo, a carcajadas, estrepitosamente hasta que brotan las lágrimas de los ojos y falta la respiración, entonces, un rotundo silencio rompe con aquella algarabía de pseudo – felicidad y me devuelve al lado de esta vida. Rio con fuerza, con ansia y me rio de mi, de mi vida, pero sobre todo rio porque nadie me enseñó a como llorar para olvidar.
Aquí estoy sentada intentando sobrevivir, sin saber muy bien a qué aferrarme o a quién. Prefiero optar por la soledad que me ofrecen los días, retirarme a pensar acurrucadita en una esquina mientras me fumo un cigarro. Así he sido siempre y así soy ahora, como cuando era pequeña, cuando tenia miedo me acurrucaba en una esquina y decidía esperar a que todo pasara. ¡Qué ingenua soy! Aún sigo creyendo que con acurrucarme salvaré al mundo.
Dicen que hay personas insoportables y yo soy una de ellas o quizás fui yo quien eligió, inconscientemente, ese amante bien considerado que nos muestra el gran abismo del silencio. ¿Quién me iba a decir a mí que mi destino era quedarme sola? ¡Vaya un chasco! Yo que me creía princesa de un cuento y reina de un castillo. Desde muy pequeña me enseñaron qué decir, cómo actuar, qué elegir… yo nunca supe escuchar esos consejos. Soy de esas personas que no dan las gracias, que pasan antes de dejar pasar, que prefieren desahogarse con un extraño y evitan relaciones extremadamente íntimas para que no le hagan daño. Soy de esas personas que prefieren sonreír cuando todo les va mal y lo único que he aprendido de todo esto es que las personas que más sonríen son las más tristes.
A mí me gustaría poder llorar, a cada rato, a cada minuto y no puedo.

viernes, 24 de julio de 2009

Pon un novio hippie en tu vida!!

Dicen que tras las vacaciones se producen el mayor número de divorcios y rupturas de pareja. El exceso de tiempo juntos hace que desvaloremos las virtudes y ensalcemos los defectos que hasta ahora creíamos inexistentes. Así que, desencantados tras el exceso de horas conjuntas de playa y borracheras a pachas, decidimos reemprender nuestras vidas en solitario.
Por suerte, este no va a ser mi caso ¿o sí? no sé, lo cierto es que este verano mi novio ha decidido ser hippie. Sí, hippie, esos soplagaitas de paz y amor que se colocaban flores en la cabeza y gafas diminutas de colores y que alardeaban de un estilo de vida libre cuando lo que en realidad eran unos gandules.
Pues bien, mi novio ha decidido volverse hippie, por lo que no tendré que preocuparme porque el exceso de tiempo deteriore nuestra relación ya que ahora somos almas libres que no necesitan verse con tanta asiduidad porque, claro está, mi novio es hippie.
Así que nos limitamos a vernos, con suerte, una vez por semana y llamarnos de vez en cuando para preguntarnos que tal nos va la vida. Las conversaciones no suelen prolongarse más de cinco minutos por lo que mi factura de teléfono ha bajado considerablemente, lo que me ha permitido ahorrar algo de dinero que no gastaré en un viaje con hotel porque mi novio es hippie y como tal un alma libre que no está atada al capitalismo.
Además, discutimos menos. Yo me limito a preguntar y él contesta con tres respuesta básicas: 1) Porque soy hippie, 2) Estoy raro y 3) No me agobies. En alguna ocasión, sus respuestas evolucionan a lo que podría considerarse un atisbo de reflexión, entonces aparece una posible cuarta respuesta: 4) Estoy raro ¿no ves que soy hippie? No me agobies. ¿Quién puede discutir con argumentos tan convincentes?
Pero aunque seamos almas libres nos resptamos y mantenemos fidelidad y, por supuesto, relaciones sexuales ¿y por qué? porque los hippies también tienen libido.
Así que este verano no veré tanto a mi pareja, no discutiré y seguiremos manteniendo relaciones. Tengo que decir que soy afortunada, porque este verano no deteriorá mi relación y todo se lo debo al estilo de vida hippie de mi novio. Desde aquí hago un llamamiento a todas esas mujeres que temen que el verano estropee sus relaciones "Pidánles a sus novios que se vuelvan hippiepollas".

lunes, 20 de julio de 2009

¿Cuándo desaparecerán? Me temo que nunca

Nunca creí que el amor pudiera realmente marccarnos, inconscientemente, o quizá consciente, siempre tuve la certeza o la irónica creencia de que el amor, como todo, pasa, con mayor o menor protagonismo, pero al fín y al cabo, pasa.Nos enamoramos, nos dejan, sufrimos y lo superamos, o quizá nos emoramos, dejamos y sufrimos por querer volver o simplemente volvemos a superarlo sin más. Es la misma historia que se repite una y otra vez, sólo cambian los personajes y los escenarios, nuevas versiones de una misma historia.Cuando tenemos tantos ex-amantes como muñecas en nuestra época de niñez, tendemos a clasificarlos en grupos y diferenciar entre los que nos hicieron daño (a los que solemos denorminar como cabrones) y a aquellos a los que nosotras hicimos daño (éstos suelen ser muy buena gente). Cabrones o no, sólo son etapas de nuestra vida que nos enseñaron a madurar y a enfrentarnos al amor, y porque no al mundo, de una manera diferente.Fue mi amiga Marisa, insuperable fuente de sabiduría y de largas charlas telefónicas, quién me hizo replantearme mi gran teoría del amor. Marisa, a quién también me gusta llamar Mariseta, escogió esta semana la siguiente frase para ilustrar su nick del messenger: "Mírala, de tanto imaginar, desear, sentir, soñar, AMAR... le han salido manchas ¿Y cuándo desaparecerán? Me temo que... nunca".Tanto me gustó esa frase que me apropié de ella y ahora adorna mi nick, pero luego a la noche, como de costumbre, me quedé pensando en todo y en nada, y esa frase se paseó por mi cabeza como si qusiera convertirse en la respuesta a mi teoría del amor y entonces me pregunté ¿realmente nos marcan? y me di cuenta de que no, que mi teoría del amor seguí teniendo mayor validez que aquela emotiva y ñoña frase. Regocijándome en el placer de la verdad absoluta que en aquel momento poseía, una gran cicatriz desvarató mi felicidad efímera. Me quedé absorta observando aquella enorme cicatriz que decorá mi tobillo izquierdo y recordé que era la herencia de un viaje a Valencia que hice con uno de mis ex.Poco a poco, y como todo buen médico en una observación a su paciente, fui descubriendo un sin fín de cicatrices y marcas que asociaba a una aventura amorosa, de una en una fui recordando a cada uno de mis lios y sus respectivas marcas en mi. Así, hasta la última de todas, mi esguince. Asocié cada uno de estos pequeños defetos a una historia y comprendí que al amar nos marcan, que aquella frase era verdad. ¿Y cuándo desaparecerán? Me temo que nunca.

miércoles, 13 de mayo de 2009

"Recuerdos de Madrid" 11/MAR/2009

Hoy, después del trabajo, salí a pasear. Hacía un buen día y las calles se abarrotaban de gentes. Las terrazas estaban repletas y el sol brillaba con toda su fuerza.
Hoy hacia un buen día, el mismo de ayer y antesdeayer. Lo cierto, es que en las últimas semanas Madrid se ha llenado de buenos días que se anticipan al verano y despiden a un invierno extraño.
Madrid había decidido hacer una tregua conmigo y me brindaba a posibilidad de unos maravillosos días con los que despedirme. Así que aquellos edificios se escondían tras los destellos de un sol radiante para decirme adiós.
Decidí salir a buscar a Laura a la salida del trabajo y paseamos juntas disfrutando de esos 20º tan apetecibles. Subimos por Callao hasta Gran Vía para adentrarnos en la pequeña jungla de Fuencarral y perdernos entre toda clase de especímenes que al igual que Laura y yo salían a disfrutar de una buena tarde de primavera.
Anduvimos unos 20 minutos cuando una pequeña terraza nos embelesó, se trataba de la terraza de Lateral, un pequeño bar que se encuentra junto al Mercado de Fuencarral. Decidimos sentarnos y degustar sus maravillosos creps con setas y una buena cerveza fría. Mientras Laura engullía sus creps en dos bocados, yo me dejaba embaucar por el frescor de aquella cerveza y aquel toldo que me cobijaba en la sombra, lejos del sol.
Mientras hablábamos de las injusticias que se habian sucedido en los últimos días en nuestro infierno laboral, una pareja de gays montaba en cólera cuando el dueño del bar le impidió la entrada a la terraza a una anciana mujer y su perro. Laura y yo nos intentábamos mantener ajenas a semejante alboroto, algo imposible ante el tono que alcanzaban los improperios del camarero y los gritos de aquel particular personaje, que en todo su derecho y razón amenazaba con llamar a la policia.
Entre hojas de reclamaciones que iban y venían, Ana Obregón y un pequeño cuentachismajos hacian aparición en la terraza de Lateral. La apacible tarde al resguardo de una tranquila sombra se había convertido en toda una hecatombe, en mitad de aquel corral de gallina Laura y yo decidimos marcharnos. La tarde ya había ofrecido suficiente para nosotras.
De vuelta a casa decidí tomar el metro y a tres paradas de casa decidí bajarme para poder disfrutar de aquel adiós con Madrid. Anduve sola, observando cada rincón de aquella ciudad, intentando buscar aquella señal que me hiciera cambiar de opinión.
Las calles seguían llenas de niños, no tan niños y ancianos que se hacían dueños de cada rincón a la sombra. con el buen tiempo volvían a aparecer esos curiosos personajes que en un principio me cautivaron en mis primeros días en Madrid.
Todo volvía con el buen tiempo y yo decidía marcharme. Echaré de menos todo esto, la tranquilidad efímera, los gallineros y los curiosos personajes, el sol radiante de principio de tarde y a mi pequeña rubia de bote.
Sé que algún día volveré a buscarlo, volveré a Madrid como ahora vuelven los personajes que se apropian de sus calles, volveré mientras en alguna parte de la ciudad alguien decida marcharse desencantado, como yo me marcho ahora.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Operación Metro (III): El desenlace

La operación metro se había alargado más de lo esperado, un repentino cese de contrato con la empresa telefónica acerca de las “supuestas” ventajas que ofrece en el mundo de redes, imposibilitó que diera a conocer las primeras hipótesis y conclusiones sobre las que apoyar una de mis posibles teorías acerca del metro.
Este curioso medio de transporte me ofreció en estos dos últimos meses tanto tiernos reencuentros con mi yo más infantil, como situaciones incómodas. Sin llegar a una conclusión clave, hubo unos días en los que desistí y no quise esbozar esa teoría que asentará el porqué del metro como fuente de inspiración. ¿Por qué tenía que ser el metro una fuente de inspiración? ¿Por qué todo el mundo conseguía alcanzar a esa musa entre vagones mal ventilados y colapsados? También en el retrete durante mi visita diaria alcanzó máximos atisbos de lo que podría clasificarse de creatividad e inspiración y creo que no me equivoco al afirmar que al igual que yo a todo hijo de buen vecino le dará por pensar mientras defeca, además de contar los baldosines de la pared claro está. Pues yo aún no he encontrado un blog que hable sobre lo que a uno se le ocurre en ese momento íntimo entre el wc y el sujeto en cuestión. Pensemos por un instante como serían esas entradas “Ayer, mientras cagaba y leía cada una de las etiquetas de los distintos champús, descubrí que la mancha de humedad del techo se extiende a una velocidad preocupante…”.
Quería encontrar una respuesta y ya era inútil seguir inmersa en ese juego de detectives, las historias en el metro se repetían día tras día, las mismas conversaciones, los mismos locos, los mismos flirteos, el metro era mi rutina diaria. No encontraba esa historia que me marcara, que permitiera que el metro me hiciera mella ¿Dónde estaba mi musa? ¿Había decidido suicidarse lanzándose a las vías?
En mi propia desdicha decidí abandonar mis aventuras pseudo-policíacas y volver a las apasionantes aventuras de 10 minutos escasos que los libros me permiten alcanzar en mis trayectos diarios.
Creo recordar que no pasaron muchos días hasta que me tope con mi musa de bruces, y nunca mejor dicho. El mal tiempo daba a Madrid una tregua brindándole hermosos días soleados atípicos en pleno mes de febrero, las altas temperaturas aventuraban el inicio de la primavera y las gentes se despedían del invierno y las últimas rebajas. Aquella tarde decidí salir a comprar y una vez más cogí el metro, impasible ante los personajes que allí transcurren y las distintas historietas que se labran en los diez minutos que dura mi trayecto. Así, pasaron uno a uno los individuos de aquella tarde: el hombre con su acordeón, el que recita poesías, la loca que se ríe sola y no faltaron las intrépidas rumanas recolectando su botín diario.
Esa tarde me hice con mi conjunto, unas precisos zapatones de tacón y plataforma, zapatones que me permitían alcanzar la vertiginosa altura de 1,80 y que estilizaban mi figura a pesar de ser dos andamios. Esa misma noche me hice de mis zapatos y un mini-vestido para celebrar el buen tiempo, una botella de ron y un grupo de amigos me sirvieron como el plan perfecto. Mi “total look” sacado del último número de vogue me asemejaba a lo que un amigo se empeñó en bautizar como pija punkarra, tirando por el suelo a mi querida Cory Kennedy.
La noche se presentaba como una maravilla, un tiempo onírico que debía ser disfrutado por todo lo alto. Preparada con mi perfecto atuendo nocturno y mi ya conocida puntualidad salí en una carrera hacia el metro, llegar tarde 10 minutos nos puede dar cierto interés, llegar tarde 45 minutos pone de los nervios a los que esperan y más cuando una susodicha es la que lleva la botella. Ya en la boca del metro me las ingenie para no caerme y poder seguir el paso de mi fiel amiga madrileña, con toda clase de peripecias conseguí sacar el bono-metro sin perder el equilibrio sobre mis andamios, todo el mundo me miraba o eso es lo que yo pensaba, porque realmente se quedaban eclipsados con mi peculiar calzado.
Sintiéndome el centro de atención me dispuse a subir las escaleras del metro con todo el glamour que una buena celebritie debe tener y de repente zás… rodé escaleras abajo y un incesante dolor de cabeza se apoderó de mí. Me sobrepuse un tanto sobresaltada pensando que alguien me había golpeado por detrás, todos los curiosos se agolpaban a mi alrededor y yo me adhería a mi bolso para que nadie pudiera quitármelo por si caía en shock ante aquel ridículo tan espantoso. Y es que, la mejor opción hubiera sido fingir un desmayo y esperar a que todo el mundo se marchase. Esa noche, en mitad del metro me encontré con mi querida musa, esa que te inspira maravillosas historias de metro, aunque lo cierto es que a día de hoy no sé si fue mi musa o el techo bajo con el que me golpeé la frente él que me brindó la posibilidad de que el metro de Madrid hiciera mella en mí. Sí señoras y señoras, llega un momento en tu vida en el que el metro de Madrid te marca, es una fuerza oculta que en mi caso se pude traducir en un techo bajo.

miércoles, 28 de enero de 2009

Operación metro (II): Jugando a ser detective

El metro se había convertido en una obsesión que me rondaba la cabeza día tras día, la operación metro había comenzado y no sabía muy bien como empezar. Eran tantos los interrogantes que me perseguían que me sentía como un esquizofrénico con mania persecutoria. Una buena mañana de invierno me enfunde en mi abrigo a cuadros y con una gran bufanda me adentré en los pasillos del metro con un paso desafiante. Me disponía a dar respuesta a cada uno de mis interrogantes y para ello debía recopilar la mayor cantidad de información posible sin levantar sospechas de mi investigación. Aquella mañana me vestí para la ocasión, elegí un atuendo discreto conforme al resto de los mortales, me equipé con los utensilios que normalmente acompañan al usuario de metro: un mp3 y un libro. Decidí coger el metro un poco antes y así poder toparme con una de sus horas punta, mientras esperaba en el vagón simulaba leer a la vez que silbaba como si estuviera escuchando música, quería conocer de cerca esas conversaciones, esas experiencias, quería conocer que era aquella fuerza oculta que un buen día te obliga a escribir sobre el metro. Dispuesta a descubrir toda la verdad, no tenía reparo en escuchar todas las vidas ajenas que en la mayoría de los casos hablaban de la crisis, política, fútbol … Yo seguía inmersa en mi papel de usuario habitual de metro, aquella mañana decidí hacerme con un nuevo libro “El lobo estepario” de Hermann Hesse, había comenzado a leerlo la noche anterior y aunque sólo formaba parte de mi disfraz, la vida de Harry Haller me absorbió, devoré cada una de sus páginas olvidando por completo la operación metro. De repente un nuevo aviso del metro me recordaba que había llegado a mi destino. Allí estaba yo, con mi perfecto atuendo, libro en mano y habiendo olvidado por completo el motivo por el que había elegido la hora punta del metro. De nada había servido el exceso de gente, los empujones y el agobio, Hermann Hesse me había hecho olvidarme de todo. Con la misma decepción de cualquier niño tras una riña, me fui directa al trabajo y anoté en mi libreta de investigador: “Hora punta, mucha gente, parecía estar inmersa en la redacción de cualquier informativo cuando Hermann Hesse me rescató y me llevó junto a Harry Haller. No he podido descubrir qué es esa fuerza oculta. Nota personal: no llevar más libros en período de investigación”.

jueves, 22 de enero de 2009

Operacón Metro (I): El principio

Las bajas temperaturas y las responsabilidades que últimamente me acechan me obligan a permanecer en un encierro voluntario con el fin de convertirme en una de esas personas de provecho con dos carreras con las que adornar el curriculum. Este encierro me ha permitido descubrir de cerca el mundo de los blogs, mundo que mi vagueza y un astigmatismo que va en aumento me impiden visitar con la frecuencia que desearía.
Mis visitas online se acrecentaron en la última semana y como consecuencia, descubrí realidades paralelas de personajes que cuentan su vida con una dialéctica más o menos aceptable que en la mayoría de los casos me hacen reír. Así, pude leer los quehaceres diarios de una ninfómana lesbiana, un freak de los mypaces o un tonto enamorado de su vecina del cuarto. Delirios como los de cualquier otro.
Lo curioso fue que tras visitar unos cuantos blogs, pude observar, atónita, características similares. Sí señores y señoras, todo el mundo escribe acerca del metro y es que, da igual la mala vida que tengas, llega un momento en el que el metro te hace mella. Es el recurso literario más utilizado en internet, pero no hay que menospreciar la importancia del metro como máxima fuente de inspiración, quién nos iba a decir que además de ahorrarnos miles de atascos nos daría a conocer a Cervantes online que se complacen en contar sus peripecias en el metro.
No todo en el metro es malo, porque aunque huela a pis, se colapse y sea el sitio en el que más robos se producen al día, nos brinda la posibilidad de reconciliarnos con la realidad que nos rodea para obsequiarnos con atisbos de inspiración acerca de los personajes que allí concurren.
He podido leer cientos de historias, de conversaciones ajenas que luego son transcritas con una dialéctica perfecta, historias de amor, robos e incluso asesinatos. Fueron tantas las que leí, que me plantee la posibilidad de escribir una pequeña entrada contando algunas de las historias que a mí me habían ocurrido en el metro. Así, que cuando me disponía a escribir una pequeña sinopsis de mis viajes en metro caí en la cuenta de que todos los días tenían mil historias que contar acerca del metro. Aturdida ante semejante descubrimiento, volví a leer esos blogs repletos de historias de metro y me replantee ¿Por qué todo el mundo escribe acerca del metro? Todos los blogs, tarde o temprano, quedan impregnados por este medio de transporte. ¿Es acaso el metro la fuente de inspiración más fuerte que ha existido jamás? ¿Es la nueva droga que nos abre una puerta a una realidad paralela a nuestro mundo? ¿Por qué las carreras de periodismo se desarrollan en las aulas cuando el metro te brinda la posibilidad de conocer de cerca la creatividad en sí? ¿Por qué los locos abandonan los psiquiátricos para esconderse entre las estaciones del metro? ¿Por qué Operación Triunfo no hace los castings en las bocas de los metros? Miles de interrogantes se presentaban ante mí sin poder darles respuesta, ¿Cuál era la fuerza oculta del metro que hacía que todo el mundo escribiese acerca de él? Sin tener una respuesta concreta me dispuse a observar con mayor atención a cada a uno de los usuarios de metro. Quería encontrar respuesta a todos esos interrogantes, señoras y señoras (zagales y zagalicas para mis lectores murcianos) ha comenzado la “Operación Metro”.

martes, 13 de enero de 2009

Sundays at heaven

Mi incipiente curiosidad por conocer cada rincón de la noche madrileña, me sumergió en una apasionante expedición con el objetivo de descubrir el local que se convertiría en mi segundo hogar. Guiada por sabios consejos de mi jefa y multitud de halagos acerca de un lugar llamado Heaven decidí acercarme hasta allí.
Así que me coloqué mi diadema y mis labios rojos y junto a tres amigas me presenté en aquel curioso lugar. Los buenos contactos y una labia particular que Dios me ha dado, me brindó la posibilidad de evitar cola y entrada.
Mientras caminaba sobre aquella alfombra las luces despertaron mi interés, una inmensa escalera dorada me conducía hasta aquella sala que el caprichoso destino se había empeñado en bautizar como Heaven. Así que ahí me encontraba yo, en mitad del cielo un domingo por la noche.
Mis pequeñas señuelos y yo, nos dejamos extasiar por la música, las luces, la bebida y algún que otro aliciente marihuanesco. No lograba entender porque aquel sitio se llamaba cielo cuando los camareros se mostraban un tanto apáticos y la gente era algo extraña. Sumida en una gran decepción me dirigí hasta el baño con la intención de retocar mis labios rojos y allí conocí toda clase de pintorescos personajes. El cielo era un lugar lleno de travestíes, mujeres de vida alegre o pierna suelta y gays que bailaban al son de una buenísima música, sin saber muy bien en cual de esos grupos inscribirme opté por volver al reservado tras una breve sesión de maquillaje.
Volví al reservado con mis amigas, bailando al son de una música que nos unía, el reservado no me permitía conocer de cerca lo que aquel lugar podía ofrecerme, así que cuando decidí que ya había gastado suficiente dinero en copas encendí un nuevo cigarro y me desplacé hasta la pista de baile.
Allí todos los chicos bailaban sin camiseta y empecé a comprender el significado de aquel curioso nombre del local, aquello era heaven. Entonces conocí el paraíso, buena música con chicos guapísimos, pero el cielo comenzó a desvaratarse en cuestión de segundos, desapareciendo casi por completo y un paisaje dantesco se abrió paso sobre aquel local. Los chicos se besaban entre ellos sin prestar la más mínima atención hacía mi persona y yo, sólo podía llorar desconsolada. Sumida en la más terrible de mis penas y con el corazón roto, decidí que había llegado el momento de marcharse cuando un chico me paró, la ilusión volvió a mí,la pista de baile sólo era el cielo de unos pocos, mi corazón volvía a reconstruirse cuando ese chico me dijo "Llevas una diadema divina, tú entera eres divina" Sólo pude sonreír y ofrecer la mejor de mis caras, aquello no era el paraíso sino una broma pesada hacía mi persona.
Quizá vuelva otro domingo, la música era genial y los chicos además de guapos, encantadores, pero creo que no es el lugar idóneo para enamorarme.

lunes, 12 de enero de 2009

Nieve!!

Hacía más frío que nunca y me dispuse a sobrellevar esa angustia polar con un par de edredones nórdicos. Enfundada en mi particular palacio del calor y encogida sobre mis piernas pasaba aquellas bajas temperaturas que ni siquiera la calefacción era incapaz de cesar.
Me desperté un día más en aquella ciudad que empezaba a aburrirme y comencé mi rutina diaria ajena a la estampa invernal que aquella ola de frío polar nos había regalado. Al abrir la persiana apareció: la nieve. Era precioso.
Ya sea por mi poco afán a viajar o por venir de una ciudad que no conoce una temperatura inferior a 8 grados, nunca había visto nevar. Al igual que los castizos de la España profunda no ven el mar, yo a mis 24 años no había visto nevar.
La ilusión se apoderó de mí y como cualquier niño comencé a hacer palmas al vacío y a emitir pequeños grititos que terminaron por contagiar mi ilusión a mi extraño compañero de piso el flamenquín.
Me dispuse a adentrarme en el inhóspito y desconocido mundo de la nieve, puse en práctica las grandes lecciones que me habían enseñado los viajes a la sierra en mi niñez y en menos de 15 minutos había conseguido hacerme con mi atuendo para la nieve.
Cinco leotardos, seis camisetas, guantes, gorro y botas me permitieron no sólo conocer de cerca la nieve, sino que me dieron la oportunidad de sentirme como una cebolla.
Convertida en cebolla e implorando a flamenquín para que se diera prisa, baje los 100 escalones que me separan de la calle a toda velocidad, somo si la nieve fuese a desaparecer en cuestión de segundos.
Una vez en la calle corrí, salté, reí y grité. Nevaba con fuerza y yo sólo quería que los copos de nieve fueran a parar a mi gorrito rojo y que todo el mundo viera que había nevado, como si la estampa invernal que ofrecía Madrid aquella mañana no fuera suficiente.
Nunca había sido consciente de la magia de la nieve, los copos suben y bajan y todo parece para a su alrededor, nos es otra cosa que magia ¿Que puede ser sino?
Aquella mañana todo el mundo hablaba de la nieve, de cómo Madrid se dio un respiro y la nieve nos envolvió en su magia.

jueves, 8 de enero de 2009

La rutina de mis mañanas

Una vez más me despierto con la misma ropa de ayer, enredada en una manta y con el pelo alborotado, la persiana está a medio bajar y un cielo nublado deja escapar unos tímidos rayos de sol que se cuelan entre las rendijas y dejan ver ese caos que forma parte de mí.

La luz de la lamparita parpadea, otra vez me volví a dormir dejándola encendida, sin tiempo para lamentarme por el medio ambiente me incorporo y descubro a mi siempre fiel compañero de cama: "El diario de Suzanne", lo he abandonada tantas veces que me resulta casi irónico continuar leyendo ese libro pero siempre fui amante de las causas perdidas. A dos pasos de mi cama hay un inmenso espejo que muestra la realidad de mi quehacer diario: una maleta sin deshacer, zapatos en cada esquina y una toalla del día anterior, nuevos inquilinos fruto de las prisas de cada mañana.

Busco con la mirada mi bolso, es inútil, hay tantos trastos que es casi imposible. Me levanto y me acerco hasta mi inmenso espejo, con un labio torcido y toda clase de muecas intento arreglar ese pelo que no termina de gustarme, es una batalla perdida así que entre tímidos saltitos recojo esa toalla y la dejo en el baño, enciendo el calefactor y en una carrera me voy en busca de mi bolso perdido.

Cuando lo encuentro me reconforta y una sonrisa se dibuja en mi cara. Es un mini-bolso color gris, siempre intento ponerme algo de color gris para así poder llevarlo siempre conmigo. Fue cuando llegué a Madrid cuando decidí abandonar los maxibolsos y los tacones de infarto incompatibles con la ciudad, mis pies y la propia vida, y así aliarme con las zapatillas y los bolsos diminutos. Lo abro y es como si una luz se hiciera con toda la habitación. Allí está mi móvil, mi maquillaje, el monedero y el ansiado tabaco, es mi pequeño cofre de los tesoros. Abro el paquete y es cuando me doy cuenta del fallo ¿Y el mechero?

Dudando entre si lo perdí o no la noche anterior e intentando buscar nuevas alternativas para encenderme el cigarro desisto, no hay más mecheros en una casa antitabaco. Entonces palpo uno de mis bolsillos y un gesto de alivio se puede percibir en mí. Enciendo un cigarro mientras voy andando descalza hasta la cocina, caliento un poco de leche y me siento en un viejo taburete a llenar de pensamientos ese pequeño salón de la creatividad blanco repleto de grasa. Divagando me tomo la leche y enciendo un nuevo cigarro, ahora sí, esa nicotina ese sabor.

Ahora si estoy despierta, vuelvo al baño, ahora calentito, y me ducho. Ya estoy preparada para un nuevo día.