miércoles, 13 de mayo de 2009

"Recuerdos de Madrid" 11/MAR/2009

Hoy, después del trabajo, salí a pasear. Hacía un buen día y las calles se abarrotaban de gentes. Las terrazas estaban repletas y el sol brillaba con toda su fuerza.
Hoy hacia un buen día, el mismo de ayer y antesdeayer. Lo cierto, es que en las últimas semanas Madrid se ha llenado de buenos días que se anticipan al verano y despiden a un invierno extraño.
Madrid había decidido hacer una tregua conmigo y me brindaba a posibilidad de unos maravillosos días con los que despedirme. Así que aquellos edificios se escondían tras los destellos de un sol radiante para decirme adiós.
Decidí salir a buscar a Laura a la salida del trabajo y paseamos juntas disfrutando de esos 20º tan apetecibles. Subimos por Callao hasta Gran Vía para adentrarnos en la pequeña jungla de Fuencarral y perdernos entre toda clase de especímenes que al igual que Laura y yo salían a disfrutar de una buena tarde de primavera.
Anduvimos unos 20 minutos cuando una pequeña terraza nos embelesó, se trataba de la terraza de Lateral, un pequeño bar que se encuentra junto al Mercado de Fuencarral. Decidimos sentarnos y degustar sus maravillosos creps con setas y una buena cerveza fría. Mientras Laura engullía sus creps en dos bocados, yo me dejaba embaucar por el frescor de aquella cerveza y aquel toldo que me cobijaba en la sombra, lejos del sol.
Mientras hablábamos de las injusticias que se habian sucedido en los últimos días en nuestro infierno laboral, una pareja de gays montaba en cólera cuando el dueño del bar le impidió la entrada a la terraza a una anciana mujer y su perro. Laura y yo nos intentábamos mantener ajenas a semejante alboroto, algo imposible ante el tono que alcanzaban los improperios del camarero y los gritos de aquel particular personaje, que en todo su derecho y razón amenazaba con llamar a la policia.
Entre hojas de reclamaciones que iban y venían, Ana Obregón y un pequeño cuentachismajos hacian aparición en la terraza de Lateral. La apacible tarde al resguardo de una tranquila sombra se había convertido en toda una hecatombe, en mitad de aquel corral de gallina Laura y yo decidimos marcharnos. La tarde ya había ofrecido suficiente para nosotras.
De vuelta a casa decidí tomar el metro y a tres paradas de casa decidí bajarme para poder disfrutar de aquel adiós con Madrid. Anduve sola, observando cada rincón de aquella ciudad, intentando buscar aquella señal que me hiciera cambiar de opinión.
Las calles seguían llenas de niños, no tan niños y ancianos que se hacían dueños de cada rincón a la sombra. con el buen tiempo volvían a aparecer esos curiosos personajes que en un principio me cautivaron en mis primeros días en Madrid.
Todo volvía con el buen tiempo y yo decidía marcharme. Echaré de menos todo esto, la tranquilidad efímera, los gallineros y los curiosos personajes, el sol radiante de principio de tarde y a mi pequeña rubia de bote.
Sé que algún día volveré a buscarlo, volveré a Madrid como ahora vuelven los personajes que se apropian de sus calles, volveré mientras en alguna parte de la ciudad alguien decida marcharse desencantado, como yo me marcho ahora.