miércoles, 11 de noviembre de 2009

Princesa de un cuento y dueña de un castillo

Rio a menudo, a carcajadas, estrepitosamente hasta que brotan las lágrimas de los ojos y falta la respiración, entonces, un rotundo silencio rompe con aquella algarabía de pseudo – felicidad y me devuelve al lado de esta vida. Rio con fuerza, con ansia y me rio de mi, de mi vida, pero sobre todo rio porque nadie me enseñó a como llorar para olvidar.
Aquí estoy sentada intentando sobrevivir, sin saber muy bien a qué aferrarme o a quién. Prefiero optar por la soledad que me ofrecen los días, retirarme a pensar acurrucadita en una esquina mientras me fumo un cigarro. Así he sido siempre y así soy ahora, como cuando era pequeña, cuando tenia miedo me acurrucaba en una esquina y decidía esperar a que todo pasara. ¡Qué ingenua soy! Aún sigo creyendo que con acurrucarme salvaré al mundo.
Dicen que hay personas insoportables y yo soy una de ellas o quizás fui yo quien eligió, inconscientemente, ese amante bien considerado que nos muestra el gran abismo del silencio. ¿Quién me iba a decir a mí que mi destino era quedarme sola? ¡Vaya un chasco! Yo que me creía princesa de un cuento y reina de un castillo. Desde muy pequeña me enseñaron qué decir, cómo actuar, qué elegir… yo nunca supe escuchar esos consejos. Soy de esas personas que no dan las gracias, que pasan antes de dejar pasar, que prefieren desahogarse con un extraño y evitan relaciones extremadamente íntimas para que no le hagan daño. Soy de esas personas que prefieren sonreír cuando todo les va mal y lo único que he aprendido de todo esto es que las personas que más sonríen son las más tristes.
A mí me gustaría poder llorar, a cada rato, a cada minuto y no puedo.

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