martes, 17 de enero de 2012

Cuaderno de bitácora. Primer día de rodaje: Matrix en su versión más torpe

Suena el despertador y hoy es uno de esos días en los que no tienes tregua de 5 minutos más, donde 5 horas han supuesto tu colchón de descanso y donde son tus ojos como platos los que atestiguan que hoy no será un día normal. Ingieres un café y lo poco que te quepa en un estómago que va a mil revoluciones por segundo, fijando la mirada en una ciudad que aún carece de calles y de humanidad. Siempre me deprimen los madrugones, los considero insalubres y lúgubres, me despojan de cualquier muestra de simpatía hasta que los primeros rayos de sol entran en escena y se me pasa por la cabeza aquello de “amanece que no es poco” porque sé que hoy será un día duro.

Aunque mis orígenes son catalanes, mi larga estancia en Almería ha hecho que me haga adepta de la idiosincrasia sureña y entiendo por puntualidad cinco minutos de retraso, lo que me hace poner pies en polvorosa muy a menudo. De hecho, fue esta última acción la que me hizo resbalar y casi caer (entiéndase por casi caer quedar suspendida en el aire entre un peatón y un carrito de la basura con su respectivo barrendero), mostrando al mundo que soy una virtuosa de la torpeza.

Llegas al lugar en cuestión para rodar donde una hoja de planning resume la primera jornada y un script con menos horas de colchón de descanso que tu se encarga de hacerte ver que hoy, por lo menos, ruedas en exterior, sin tener que vampirizarte y poder disfrutar del sol que te ha ocultado tu madrugón. Me encanta grabar en exteriores, siempre he pensado que la luz natural es la más bonita para trabajar y parece que la ley de Murphy se ríe de mi apreciación y de mi primer día de rodaje y me regala lluvia. Un buen estreno de dirección.

Cambia las localizaciones exteriores por otras de interior y vuelve a montar equipo y con una hora de retraso vuelve a comenzar de cero porque la luz exterior no se consigue ni con el mejor de los etalonajes y termina tu día de rodaje dos horas más tarde de lo previsto: Señores esto es cine. El buen sabor de boca queda cuando ves como se materializan todos las conjeturas que se planteaban en el planning que servía de antesala a uno de los proyectos más arriesgados a los que haces frente desde hace unos meses. Arriesgado en el sentido de que es un trampolín, una puerta grande, una ventana donde se cerraron todas las puertas y mil y una metáforas más para simplificar lo que hoy en día supone una oportunidad laboral. Vuelves a casa con la mejor de las sonrisas y con la convicción de que en medio de este aborigen de crisis existe un halo de luz, un halo de luz que descubres al quitarte los zapatos y recordar aquella caída de primera hora de la mañana. Poco después te ves en una sala de urgencias con un médico que te mira con incredulidad y te pregunta: Señorita ¿Cómo ha conseguido hacerse un esguince en cada pie? Y te dispones a contarle toda la historia completa, con ley de Murphy incluida, cuando notas que las ojeras te llegan al suelo y tu colchón de descaso te llama desde la ultratumba y resumes con: “¿Usted ha visto Matrix?” y tras un asentimiento añades “Pues eso”.