jueves, 8 de enero de 2009

La rutina de mis mañanas

Una vez más me despierto con la misma ropa de ayer, enredada en una manta y con el pelo alborotado, la persiana está a medio bajar y un cielo nublado deja escapar unos tímidos rayos de sol que se cuelan entre las rendijas y dejan ver ese caos que forma parte de mí.

La luz de la lamparita parpadea, otra vez me volví a dormir dejándola encendida, sin tiempo para lamentarme por el medio ambiente me incorporo y descubro a mi siempre fiel compañero de cama: "El diario de Suzanne", lo he abandonada tantas veces que me resulta casi irónico continuar leyendo ese libro pero siempre fui amante de las causas perdidas. A dos pasos de mi cama hay un inmenso espejo que muestra la realidad de mi quehacer diario: una maleta sin deshacer, zapatos en cada esquina y una toalla del día anterior, nuevos inquilinos fruto de las prisas de cada mañana.

Busco con la mirada mi bolso, es inútil, hay tantos trastos que es casi imposible. Me levanto y me acerco hasta mi inmenso espejo, con un labio torcido y toda clase de muecas intento arreglar ese pelo que no termina de gustarme, es una batalla perdida así que entre tímidos saltitos recojo esa toalla y la dejo en el baño, enciendo el calefactor y en una carrera me voy en busca de mi bolso perdido.

Cuando lo encuentro me reconforta y una sonrisa se dibuja en mi cara. Es un mini-bolso color gris, siempre intento ponerme algo de color gris para así poder llevarlo siempre conmigo. Fue cuando llegué a Madrid cuando decidí abandonar los maxibolsos y los tacones de infarto incompatibles con la ciudad, mis pies y la propia vida, y así aliarme con las zapatillas y los bolsos diminutos. Lo abro y es como si una luz se hiciera con toda la habitación. Allí está mi móvil, mi maquillaje, el monedero y el ansiado tabaco, es mi pequeño cofre de los tesoros. Abro el paquete y es cuando me doy cuenta del fallo ¿Y el mechero?

Dudando entre si lo perdí o no la noche anterior e intentando buscar nuevas alternativas para encenderme el cigarro desisto, no hay más mecheros en una casa antitabaco. Entonces palpo uno de mis bolsillos y un gesto de alivio se puede percibir en mí. Enciendo un cigarro mientras voy andando descalza hasta la cocina, caliento un poco de leche y me siento en un viejo taburete a llenar de pensamientos ese pequeño salón de la creatividad blanco repleto de grasa. Divagando me tomo la leche y enciendo un nuevo cigarro, ahora sí, esa nicotina ese sabor.

Ahora si estoy despierta, vuelvo al baño, ahora calentito, y me ducho. Ya estoy preparada para un nuevo día.

2 comentarios:

  1. Dios, me he metido tanto en la película que ahora mismo creo estar en tu piso de Madrid!! Te he dicho alguna vez que eres la perona que mejor escribe del mundo?¿ Si fueras escritora en plan Carry Bradshaw seguiría cada una de tus columnas y llenaría mi habitación con tus libros!!!! ERES UNA ARTISTA

    ResponderEliminar
  2. es fascinante como describis con las palabras justas y precisas cada detalle de la atmosfera!

    ResponderEliminar