Redacción
Hace calor. Leo en el timeline que una ola de calor africana de unos
250 grados atravesará la península, lo leo mientras un hilillo de sudor se
cuela por mi canalillo, bienvenidos al verano.
Me seco el sudor y escucho conversaciones ajenas por culpa
de esa extravagancia que tienen las personas de hablar en alto. Sí, es una
extravagancia, resumes tu vida a una persona en menos de cinco minutos y otro
desconocido lo escucha a través de la pared. ¿Quizás la extravagancia sea mía
cuando yo soy el desconocido? No lo sé, pero hace mucho calor. Enciendo el ventilador y las aspas disipan
esas conversaciones. Es un ventilador
viejo, igual sería más acertado llamarlo vintage, pues vintage. Una enorme
cabeza sobre un diminuto cuerpo que gira de izquierda a derecha dejando tras de
sí un falso frescor y ese ruidoso chascarrido al llegar al tope de su
giro. Una vuelta, dos vueltas, tres
vueltas… llega a ser relajante.
Mi vecino parece inquieto, sale a hablar a su terraza. Es
otra de esas manías extrañas, como por si hablar alto en una terraza pudiera
comprender mejor la situación. Habla de Santiago, de un tren y unos 30 muertos.
Demasiado calor para asimilar algo así, trasteo en mi timeline… desolador. Encender la tele no es mucho mejor, algunos
cámaras tienen otra de esas manías extrañas por enfocar escenas dantescas
(entiéndase como imágenes morbosas de heridos y muertos). Me voy a la cama
cuando cifran los muertos en más de 60.
Con el primer café ya son 77 y de camino al trabajo se llega
a 80. Tanto dolor resumido en dos dígitos. Las redes se tiñen de luto, de ánimo
a Galicia y algún estúpido que no comprende por qué hoy no se emiten los
simpsoms. Los informativos hablan de
trenes todoterreno, híbridos y vías eléctricas. Hablan de una imprudencia y de
un maquinista que se jactaba de duplicar la velocidad con su tren. Hablan de
muertos, de los familiares de esos muertos y de los héroes anónimos que ayudan
con lo que pueden. El Rey suelta su discurso de unión frente a las tragedias y
España se paraliza mirando atónita a Galicia. La miramos todos.
Hoy lo importante no es si baja el paro en el sector
hostelero en el mes de agosto o si Rajoy dimitirá. Ya podemos ver hasta el
vídeo con el momento exacto del accidente. Es entonces cuando dejo de ver la
tele, hurgar en mi twitter y despedirme del mundo por hoy. Tengo esa extraña manía por escuchar
conversaciones ajenas. Sin embargo, soy incapaz de soportar ese dolor ajeno.
Digamos que es otra de mis extravagancias, esa incapacidad ante catástrofes de
este tipo.
El mes de julio del verano de 2013 será recordado por
Galicia, dejaremos a un lado el escandalo de los sobresueldos y las
sensacionalistas portadas del mundo. Ni siquiera nos acordaremos de la ola de
calor africana. Nos acordaremos de los momentos de la tragedia y de ese
sentimiento unánime de desolación. ¡Ánimo Galicia!
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